Volume 12, No. 1 
January 2008

 
  Macarena Molina

 
 

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Translation Theory
 

¿Es la traducción una ciencia o una tecnología?

Macarena Molina Gutiérrez


Resumen: A lo largo de este artículo se analiza si la traducción debe considerarse una ciencia o una tecnología. Para ello, se presentan las definiciones más aceptadas de lo que es la ciencia. Posteriormente, estudiaremos los autores que no aceptan el estatus de ciencia para esta disciplina y, en último lugar, los argumentos de los teóricos que otorgan a la traducción dicho estatus.

Palabras clave: traducción, ciencia, tecnología.


Introducción

   lo largo de este artículo se analiza si la traducción debe considerarse una ciencia o una tecnología. Para ello, se presentan las definiciones más aceptadas de lo que es la ciencia. Posteriormente, estudiaremos los argumentos de los autores que no aceptan el estatus de ciencia para esta disciplina y, en último lugar, las reflexiones de aquéllos que otorgan a la traducción dicho estatus.

El estudio de la traducción debe centrarse en los problemas de los traductores, en proponer soluciones y en mejorar las herramientas existentes.
Hemos de aclarar que la traducción ha entrado en la universidad española en fechas muy recientes y que reclama su sistematización como disciplina autónoma. El consenso mantenido con respecto a la madurez de los estudios de traducción se apoya en los siguientes indicadores:

  1. La cantidad de publicaciones (no cesa de crecer).
  2. La consolidación de redes de difusión de resultados a nivel mundial (congresos, publicaciones, páginas web...).
  3. El reconocimiento de la traducción como área de conocimiento específico (no consiste sólo en conocer dos lenguas) y como titulación universitaria.
  4. La complejidad de los modelos teóricos formulados.

Pero es evidente que los estudios de traducción son deudores de los avances de la Lingüística o la Filosofía del Lenguaje. Por lo tanto, ¿es la traducción una ciencia? Y ante todo ¿qué es la ciencia?


Definiciones de ciencia

El Diccionario de la Real Academia Española define el término ciencia en su vigésima primera edición como sigue:

CIENCIA: Conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas. II 2. Cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye un ramo particular del saber humano. II 3. (fig.) Saber o erudición [...] II 4. (fig.) Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. [...] II 6. pl. Conjunto de conocimientos relativos a las ciencias exactas, fisicoquímicas y naturales [...] II ficción. Género de obras literarias o cinematográficas cuyo contenido se basa en hipotéticos logros científicos y técnicos del futuro. II infusa. Saber no adquirido mediante el estudio. [...] II pura. Estudio de los fenómenos naturales y otros aspectos del saber por sí mismos, sin tener en cuenta sus aplicaciones. [...] II humanas. Las que, como la psicología, antropología, sociología, historia, filosofía, etc., se ocupan de aspectos del hombre no estudiados en las ciencias naturales. II naturales. Las que tienen por objeto el estudio de la naturaleza (geología, botánica, zoología, etc., a veces se incluye la física, la química, etc. II ocultas. Conocimientos y prácticas misteriosas, como la magia, la alquimia, la astrología, etc., que desde la antigüedad, pretenden penetrar y dominar los secretos de la naturaleza. [...]

Es evidente que el DRAE da una definición amplísima del término "ciencia", recogiendo incluso acepciones populares. A pesar de que Verne fuera un visionario, no podemos considerarlo ciencia. Y mucho menos los horóscopos, el esoterismo, las cacofonías o las brujerías. En un sentido vulgar, ciencia equivale a conocimiento, pero no todo conocimiento es científico. Digamos que saber que los objetos caen al suelo es un conocimiento cierto, pero elaborar la ley de la gravedad es ciencia.

Tradicionalmente, se ha entendido por ciencia a un conjunto sistematizado de conocimientos sobre los objetos y procesos naturales que constituye un ramo particular del saber humano. Su fin es la teoría que se erige como un conjunto de leyes y reglas. Desde la teoría clásica, se considera que el conocimiento científico es aquel que es sistemático (ordenado según la naturaleza del objeto, sus partes y las relaciones de éstas con el todo), verdadero y cierto. De aquí las diferencias entre el conocimiento científico y el popular o espontáneo, que no es sistemático aunque en ocasiones sea verdadero. Con esta definición, no se le otorga status científico ni a los ovnis ni a La vuelta al mundo en ochenta días.

Asimismo, la ciencia se caracteriza por la predecibilidad y el determinismo, es decir, ante una misma causa se produce el mismo efecto. Edward Wilson, importante biólogo del siglo XX, tiene tal concepción al afirmar que:

La cualidad definitiva de la buena teoría es la predecibilidad. Resisten las teorías que son precisas en las predicciones que hacen a través de muchos fenómenos y cuyas predicciones son más fáciles de comprobar mediante observación y experimentación (en Longa 2004:170).

En definitiva, nuestra concepción se asemeja a la representación iconográfica de la ciencia que consiste en una mujer que tiene a sus pies libros e instrumentos y en la mano una rama de laurel, simbolizando que, como este árbol de verdor perenne, sus leyes son inmutables y no envejecen.

De todos modos, somos conscientes de que la ciencia no es 100% perfecta. En ella cabe el error e, incluso, la subjetividad (Mayoral 2002). De hecho, en 1965, la epistemología de la ciencia fue sometida a una intensa revisión en el marco del Congreso Internacional sobre Filosofía de la Ciencia celebrado en Londres. En él participaron Karl Popper y Thomas S. Kuhn (Jaramillo y Aguirre 2004). Para el filósofo austriaco Popper, la ciencia nace de los problemas y no de la verificación de los hechos empíricos. Asimismo considera que el conocimiento científico es "el repetido derrocamiento de teorías científicas y su reemplazo por otras mejores o más satisfactorias" (Popper 1994:264).

En cuanto a la traducción, en los últimos años autores como Víctor M. Longa o Zinaida Lvovskaya han defendido su carácter científico. También la escuela de la Übersetzungswissenschaft, desarrollada por la Escuela de Leipzing, y cuyos representantes más destacados son Otto Kade, Gert Jäger y Albrecht Neubert, se caracteriza por intentar que la traducción sea una actividad científica. Para ello, se apoya en las matemáticas y en la lógica formal (Vidal Claramente 1995:57). Sin embargo, otros autores como Mayoral (2001a) niegan el status de ciencia a la traducción. Veamos por qué en el siguiente apartado.


La traducción como tecnología

Para el profesor Mayoral es evidente que la traducción no es una ciencia. Para ello, parte de una definición clásica (las ciencias estudian los objetos y procesos naturales, su objetivo es la explicación y la predicción...). A partir de dicha definición va elaborando sus reflexiones. Las críticas más importantes a la cientificidad de la traducción son las siguientes:

  1. La traducción es una tarea humana: no se puede estudiar la traducción como si fuera un proceso natural independiente del ser humano.
  2. No existe determinismo en la traducción: en las leyes naturales, ante una causa (inpout) se produce un efecto (output). De este modo, se puede predecir qué sucederá en el futuro si se dan unas circunstancias determinadas. Sin embargo, en la traducción nunca se puede saber cuál será el texto meta a partir de un texto origen determinado. Esto se debe a que la creatividad del ser humano, sus capacidades o las condiciones del encargo tienen una influencia en el resultado final.
  3. La calidad se mide en términos de mejor o peor: en las leyes naturales, un output se evalúa como posible o imposible. En cambio, en la traducción, no existe una única solución correcta o posible. Si aceptáramos un único output volveríamos al concepto de equivalencia absoluta. La calidad se establece en cada encargo de traducción dependiendo de las exigencias del cliente, los plazos de entrega o las consideraciones deontológicas del traductor. Es decir, el campo de estudio de la traducción es el proceso profesional y no un proceso natural.
  4. El estudio de la traducción debe centrarse en los problemas de los traductores en lugar de en las tipologías textuales: los estudios se han basado en el análisis del discurso y en el funcionalismo. Sin embargo, se han olvidado los problemas cotidianos del traductor y de las estrategias posibles para solucionarlos.
  5. Ideología es contraria a ciencia: muchos estudiosos, como Susan Bassnett o Barbara Godard, consideran que la traducción refleja una ideología o visión del mundo. Sin embargo, el pensamiento científico debe reflejar la objetividad y ésta está reñida de lleno con la ideología.

En definitiva, para Mayoral la traducción es una tecnología con una disciplina asociada (los estudios de traducción). El objetivo principal de la disciplina que estudia la traducción consiste en desarrollar los procedimientos, las técnicas, etc. Por supuesto, no desecha que se pueda originar un conocimiento específico de la tecnología, pero la intervención del ser humano aleja a la traducción de las ciencias naturales. En definitiva, H2O siempre será agua, pero un texto puede originar miles de textos términos diferentes pero válidos.


La traducción como ciencia

En este apartado estudiamos los argumentos de los autores que defienden que la traducción es una ciencia. Nos centraremos principalmente en las contribuciones de Victor M. Longa y de Zinaida Lvovskaya.

Victor M. Longa considera que la predecibilidad no es un factor intrínseco a todas las ciencias exactas y naturales. Nos recuerda que en el siglo XX, la dinámica no lineal e implementada por teorías como la del caos se caracterizan por su impredecibilidad. Es decir, por la ausencia de determinismo. De este modo, rechaza la definición tradicional de ciencia defendida por Mayoral o Wilson para pasar a una más amplia en la que la naturaleza no es un ser cerrado, sino algo impredecible (Longa 2004:15).

Para este autor, es imprescindible establecer una división entre las dinámicas lineales y no lineales. En la primera de ellas, el comportamiento puede predecirse, mientras que en la segunda, tal y como ya hemos mencionado, los efectos no se pueden anticipar. Así se agiliza la noción de ciencia y se da cabida a disciplinas que de otro modo quedarían fuera.

En palabras del propio Longa:

La discusión efectuada permite a mi juicio el siguiente aspecto: pretender negar el grado de cientificidad de una disciplina acogiéndose a su falta de previsibilidad, a la imposibilidad de formular un modelo determinista que aprehenda todas sus propiedades, es una afirmación solamente sostenible desde premisas epistemológicas tradicionales, ya que importantes segmentos del trabajo científico actual se basan centralmente en la idea de impredecibilidad, rechazando por tanto un enfoque determinista.

En cuanto a Zinaida Lvovskaya, esta autora considera que la Teoría de la Traducción cumple con todos los requisitos de una investigación científica. Los requisitos que enumera en la página 56 de su artículo Ciencia o tecnología son los siguientes:

  1. La Teoría de la Traducción (TT) tiene un objeto de estudio propio.
  2. La TT describe dicho objeto.
  3. La TT establece el carácter del determinismo que está presente en la actividad traductora, aunque éste no sea rígido.
  4. La TT es capaz de predecir los resultados que produce un traductor a partir de las normas.

A partir de las reflexiones anteriores, niega que la traducción pueda ser una tecnología. De hecho llega incluso a afirmar que:

Al mismo tiempo, el deseo de hacer pasar la traducción por una tecnología implica un peligro considerable para la didáctica de la traducción e interpretación. Para algunos, traducción y enseñanza de la traducción son sendas tecnologías, planteamiento bastante peligroso de por sí mismo (ibid: 57).

Ante la crítica de que en las investigaciones traductológicas no se emplean los métodos experimentales, responde que sí se llevaron a cabo en la ex URSS con la colaboración de la cátedra de psicología experimental. Asimismo, considera peligroso que la calidad se establezca en cada encargo dependiendo de las exigencias del cliente porque éstos, a veces, no saben distinguir entre una buena y una mala traducción. De hecho, considera intolerable enseñarle al alumno de traducción que la calidad debe negociarse con el cliente.

En definitiva, ambos autores se alejan de una definición clásica, modificando el papel del determinismo. Ambos destacan a su vez que la metodología científica ha ido evolucionando a lo largo del tiempo y que los mismos conceptos de ciencia y método se han modificado una y mil veces.

Como mencionamos anteriormente, también la escuela alemana de la Übersetzungswissenschaft, se caracteriza por intentar que la traducción sea una actividad científica, apoyándose para ello en los métodos de las ciencias exactas. Destacaremos muy brevemente las contribuciones de Wolfram Wills por su originalidad, aunque se han quedado obsoletas y el mismo autor las tuvo que revisar.

Evidentemente, para esta escuela la equivalencia es fundamental. En The Science of Translation (1992), Wills afirma que la traducibilidad de un texto está 100% garantizada por la existencia de categorías universales (Vidal Claramonte 1995:58). Sin embargo, Wills fue poco a poco modificando esa visión de la traducción al introducir en Towards a Multi-facet Concept of Translation Behaviour factores como la intución y la creatividad. En definitiva, el factor humano.


¿Ciencia o tecnología?

De las visiones de los autores anteriores, tenemos la sensación de que cada uno adapta la definición de ciencia a sus necesidades y gustos personales. Entre aquellos que defienden la cientificidad de la traducción, especialmente en el caso de Zinaida Lvovskaya, observamos que para elaborar sus reflexiones, se basa en una concepción de la ciencia muy amplia. Mucho más cercana a la del DRAE que a la de Wilson o Mayoral. Sin embargo, tal y como indica Longa en su artículo, la nociones de predecibilidad y determinismo siguen siendo centrales en la filosofía de la ciencia y ampliamente aceptadas por la comunidad internacional.

Desde nuestro punto de vista, la traducción no es una ciencia sino una tecnología. Nos ceñimos a la definición clásica, aunque se nos pueda tildar de conservadores. Tememos que al término "ciencia" se le atribuyan tantas acepciones que acabe incluyendo tanto la ley de la gravedad como la astrología. Además, pensamos que su uso se debe en la mayor parte de los casos a cuestiones de prestigio, más que a preocupaciones epistemológicas.

Consideramos que la traducción es una tecnología, entendida como disciplina que contribuye a mejorar la ejecución de una tarea racional. Su objeto de estudio es una actividad humana en la que influye la creación, la subjetividad, un dolor de cabeza o la simpatía por el tema traducido. Evidentemente, no negamos que la traducción precise de cierto conocimiento científico procedente de otras disciplinas, pero se encuentra en un nivel muy limitado. Aunque a todos nos interese qué sucede por nuestras cabezas a la hora de traducir o interpretar, poco se ha descubierto por ahora. Y dudamos de que si se descubre, lo haga un estudioso de la traducción. Probablemente, los psiquiatras o neurólogos están más formados para enfrentarse a esa tarea que un traductor.

Al contrario que Lvovskaya, no tememos que la traducción se considere una tecnología. De hecho, si llegamos a convencernos de que la traducción no es una ciencia, nos liberáramos de ciertos principios teóricos que no hacen más que confundirnos. Lo que realmente necesitamos son estrategias, normas, instrumentos que nos permitan realizar nuestra labor, como memorias y kits de traducción o nuevos softwares. Se da la paradoja de que mientras que los traductores discutíamos sobre la cientificidad de la traducción, los informáticos y los terminólogos han estado desarrollando los instrumentos que necesitábamos. Trados (por poner sólo un ejemplo) es en general mucho más útil para los traductores que el conocimiento declarativo.

Además, la consideración de ciencia nos parece que está directamente ligada a la equivalencia (a un texto original corresponde una sola traducción). Por supuesto, eso conllevaría la anulación de lo que más nos gusta en el ejercicio de nuestra profesión; la creatividad, la búsqueda de posibles soluciones, la comprobación de que el lenguaje es tan rico que nos permite expresar la misma idea de mil formas. Preferimos ser escritores a científicos, aunque en la sociedad actual tenga menos prestigio.


Conclusiones

En los últimos años, muchos estudiosos han reclamado el status de ciencia para la traducción. Parece que de ese modo pretenden conseguir más prestigio para una disciplina que lleva poco tiempo en las universidades. Sin embargo, al ser la traducción una tarea humana, no se puede estudiar como si fuera un proceso natural. Además, afortunadamente no hay una única solución de traducción a partir de un texto origen determinado por lo que no existe el determinismo ni la posibilidad de predicción.

En nuestra opinión, el estudio de la traducción debe centrarse en los problemas de los traductores, en proponer soluciones y en mejorar las herramientas existentes. Debemos aceptar nuestras limitaciones para continuar avanzando. Dicha aceptación no conlleva que seamos menos importantes, simplemente el reconocimiento de que la traducción está más relacionada con la escritura que con un constructo sistemático de conocimientos. Dejemos a Newton a los físicos y volvamos a nuestros diccionarios.

 

Bibliografía

CLARAMONTE VIDAL, Mª Carmen África (1995). Traducción, manipulación, desconstrucción. Salamanca: Eds. del Colegio de España.

JARAMILLO, Luis Guillermo y AGUIRRE Juan Carlos (2004). "La controversia Kuhn-Popper en torno al progreso científico y sus posibles aportes a la Enseñanza de las Ciencias". En: http://www.moebio.uchile.cl/20/jaramillo.htm (Consultado el 30 de abril de 2006).

LVOVSKAYA, Zinaida. "Ciencia o tecnología".

M. LONGA, Víctor (2004). "Artículos bibliográficos". En Sendebar, 15: 167-173.

MAYORAL, Roberto (2001a). Aspectos epistemiológicos de la traducción. Castellón: Universitat Jaume I.

MAYORAL, Roberto (2001b). "Propuestas de reorientación en el estudio de la traducción". En Traducción y comunicación, 2: 55-77.

MAYORAL, Roberto (2002). "El grado de cientificidad de la disciplina que se ocupa del estudio de la traducción". En Sonia BRAVO, ed. Estudios de Filología Moderna y Traducción en los Inicios del Nuevo Milenio. Las Palmas: Universidad de Las Palmas, Departamento de Filología Moderna: 71-90.

Popper, Karl R (1994). Conjeturas y refutaciones; el desarrollo del conocimiento científico. Barcelona: Paidós.